Iwóka*
Nuestros
muertos no mueren;Descansan en este mundo de vivos.
En la tierra sin mal
los vencidos celebran las victorias de sus hijos.
En la tierra sin mal
Las heridas cicatrizan con la lucha de sus hijas.
En la tierra sin mal
viven salvajes y libres.
Los chiriguanos nacieron en los siglos XVI y XVII del encuentro y del mestizaje de grupos guaraníes con otras etnias. Su territorio, comprendido entre los últimos estribos andinos y la llanura chaqueña, se conoce en las crónicas bajo el nombre de “Cordillera chiriguana”, frontera con el imperio inca. En lo que se conoce hoy como Paraguay, Bolivia y Argentina.
La denominación “chiriguano” es
la forma castellanizada de la palabra original quechua con la que los incas
despectivamente bautizaron a este pueblo, existen varias teorías sobre el
significado original de la palabra, una de ellas lo explica de la siguiente
manera, chiri-frío - wañu -excremento- aunque esta versión es
discutida, pues sería deformación de chiri-frío-wañuq -los que
mueren-.
La resistencia sin tregua de los
chiriguanos a la Corona española es digna de mención, al igual que el desamparo
de los conquistadores del imperio incaico frente a este pueblo de “salvajes”
indomables.
La colonización del remoto
hábitat de este pueblo fue muy tardía. Sin embargo, una vez llegados los
europeos, la lucha por la tenencia de la tierra, la explotación a la que fueron
sometidos los indígenas en ingenios, plantaciones, obrajes o quintas; la
pérdida paulatina de sus prácticas tradicionales, son unas de las múltiples y
negativas consecuencias que trajeron los colonos a sus tierras y vidas.
Como resultado de la explotación
sistemática de la que fueron víctimas, el hombre blanco se convierte en el
"Caray Pochi", el blanco malo, tirano o perverso. Esto repercutió en
la resistencia que se desató a todos los niveles y a través de manifestaciones
sutiles: solidaridad con el robo de ganado; desgano en el trabajo; rechazo a los
sacramentos de la Iglesia. También la resistencia se expresó en actitudes más
virulentas, ya que se reagruparon en nuevas comunidades en las que
revitalizaron las antiguas tradiciones culturales. De esta manera, los
chiriguanos supieron mantener su ideal y regla de “hombres sin dueño” (Susnik,
B. “Chiriguanos I. Dimensiones etno-sociales”).
Iwóka es un vocablo de origen chiriguano que significa “tierra sin
mal”, así denominaron al país de sus muertos, situado en el mismo plano cósmico
que el mundo de los vivos. Es la morada de sus antepasados, un espacio accesible a los vivos, un lugar donde, "sin pasar por la prueba
de la muerte" se podía ir en cuerpo y alma (Claster Helene, “La tierra sin
mal, el profetismo tupi-guaraní”). Se cree que las migraciones de este pueblo
estaban ligadas y tenían como objetivo la búsqueda de la Tierra Sin Mal.
“En Iwóka están los paisanos que han luchado
cuando estos criollos ricos querían quitarles todo a aquellos hombres indios;
quería quitarles los hijos para tenerlos de esclavos, hacerlos trabajar gratis,
uparaupíño. Quiero decir que
trabajaban gratis; que a azotes, ¡a azotes! Los querían hacer trabajar sin
pagarles ni cinco, esclavizándolos. Uparaupíño
chúpe umboé, tumbaé yeraindiépe (“Aquellos pobres fueron amansados a la
fuerza, nomás asi fue la cosa hasta no hace mucho”). Pero los keréimba no quisieron entregar a sus
hijos y lucharon con ellos. Porque no quisieron ser castigados a trabajar de
balde, así que han luchado contra los criollos.
Los criollos tenían su gobierno y los paisanos tenían su
cacique. Ese jefe se llamaba Taikoríke.
Ellos murieron por nosotros y están en Iwóka”. (Mamerto Flores, 1985)
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