miércoles, 28 de agosto de 2013

Sangrante verbo (Kuiva)


 
 
 
 
 
 
 
Sangrante verbo*
Frio del hacha, de las gotas de agua,
de los aterradores pensamientos en los corazones,
que  de estos muera la maldad impregnada.
sal dolor, de nosotros las presas
inhibe la locura del que nos persigue
del que nos convirtió en sangrante verbo
sal dolor y que quede solo nuestro anhelo
de vivir sin verdugos, ni dueños.

 

Los kuivas también llamados wamónae, que significa nuestra gente o nuestra familia, fueron tradicionalmente un pueblo nómada, no permanecían más de siete días en un solo sitio. Sin embargo, en la década del 60 del siglo pasado se establecen definitivamente en el estado Apure de Venezuela, provenientes de los Llanos de Colombia a través de las sabanas de Capanaparo, distribuyéndose en dos comunidades: Barranco Yopal y Carabalí.

Una de las expresiones tradicionales de este pueblo que ha logrado sobrevivir a siglos de torturas y exclusión han sido sus cantos medicinales conocidos como weiba, basados en la magia de la palabra hablada. “Wei es viento, aire. Ba, es un sufijo, que en su contexto diría el viento que está dentro de mí”.

Canto contra el dolor de cabeza

“Frio del hacha,

Frio de las gotas de agua,

que se produzca mejoría.

Sal dolor, no molestes más.

Pececito mueve la boca.

Pececito, canto para que salgas….”

 

Canto contra la locura

“Deja que vaya esa mariposa.

Canto para sueltes todo lo malo,

todo lo malo que tienes en el cuerpo

Vete mareo.

Danta: estoy sobando con la mano

Esta cabeza loca, esta cabeza mareada.

Te quito el sueño, el mareo.

Mawine-jjeno (árbol) que invoco

Para curar, aleteo del pavo real.

Pensamiento de tu corazón,

Espinas de la sensitiva crezcan rápido;

Aleteo de las aves que comienzan a volar.

Te quito la locura y quedará solo el sueño”.

 

Los kuiva a lo largo de su historia no han sido ajenos a las constantes presiones y amenazas que supuso la invasión española, en primera lugar, y de la hostilidad emanada directamente de la sociedad criolla mayoritaria, que los convirtió en víctimas de una sanguinaria cacería, que utilizó su nombre en forma de verbo para definirla: Kuivear o cuiviar.

Este genocidio se extendió hasta por lo menos finales del siglo XX, consistía en la persecución y asesinato sin piedad de los miembros de este pueblo a manos de los dueños de hatos y haciendas, ganaderos, funcionarios de las gobernaciones y municipalidades, y sus invitados procedentes de las grandes ciudades. Práctica que casi ocasiona la desaparición de los kuiva como pueblo.

Esta macabra actividad llegó a ser una especie de deporte que los criollos enseñaban a sus hijos, considerándolo como una prueba de iniciación en materia de virilidad. Como siempre, también existía un motivo económico: los ganaderos iban apoderándose de extensas regiones que formaban parte del hábitat de este pueblo originario. Obligando a las comunidades a establecerse en lugares inhóspitos, allá donde los terrófagos prefirieron no llegar.

“No queremos que vengan hasta acá los criollos a decirnos que hacer: Queremos decidir nosotros la manera de hacer las cosas y qué hacer primero. Queremos administrar nuestros asuntos”.  Marcelo Machá, miembro de la comunidad kuiva de Barranco Yopal.

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