Sangrante
verbo*
Frio del
hacha, de las gotas de agua,de los aterradores pensamientos en los corazones,
que de estos muera la maldad impregnada.
sal dolor, de nosotros las presas
inhibe la locura del que nos persigue
del que nos convirtió en sangrante verbo
sal dolor y que quede solo nuestro anhelo
de vivir sin verdugos, ni dueños.
Los kuivas también llamados wamónae, que significa nuestra gente o
nuestra familia, fueron tradicionalmente un pueblo nómada, no permanecían más
de siete días en un solo sitio. Sin embargo, en la década del 60 del siglo
pasado se establecen definitivamente en el estado Apure de Venezuela,
provenientes de los Llanos de Colombia a través de las sabanas de Capanaparo,
distribuyéndose en dos comunidades: Barranco Yopal y Carabalí.
Una de las expresiones
tradicionales de este pueblo que ha logrado sobrevivir a siglos de torturas y
exclusión han sido sus cantos medicinales conocidos como weiba, basados en la magia de la palabra hablada. “Wei es viento, aire. Ba, es un sufijo, que en su contexto
diría el viento que está dentro de mí”.
Canto contra el dolor de cabeza
“Frio del
hacha,
Frio de las
gotas de agua,
que se
produzca mejoría.
Sal dolor,
no molestes más.
Pececito
mueve la boca.
Pececito,
canto para que salgas….”
Canto contra la locura
“Deja que
vaya esa mariposa.
Canto para
sueltes todo lo malo,
todo lo malo
que tienes en el cuerpo
Vete mareo.
Danta: estoy
sobando con la mano
Esta cabeza
loca, esta cabeza mareada.
Te quito el
sueño, el mareo.
Mawine-jjeno
(árbol) que invoco
Para curar,
aleteo del pavo real.
Pensamiento
de tu corazón,
Espinas de
la sensitiva crezcan rápido;
Aleteo de
las aves que comienzan a volar.
Te quito la
locura y quedará solo el sueño”.
Los kuiva a lo largo de su
historia no han sido ajenos a las constantes presiones y amenazas que supuso la
invasión española, en primera lugar, y de la hostilidad emanada directamente de
la sociedad criolla mayoritaria, que los convirtió en víctimas de una
sanguinaria cacería, que utilizó su nombre en forma de verbo para definirla:
Kuivear o cuiviar.
Este genocidio se extendió hasta
por lo menos finales del siglo XX, consistía en la persecución y asesinato sin
piedad de los miembros de este pueblo a manos de los dueños de hatos y
haciendas, ganaderos, funcionarios de las gobernaciones y municipalidades, y
sus invitados procedentes de las grandes ciudades. Práctica que casi ocasiona
la desaparición de los kuiva como pueblo.
Esta macabra actividad llegó a
ser una especie de deporte que los criollos enseñaban a sus hijos,
considerándolo como una prueba de iniciación en materia de virilidad. Como
siempre, también existía un motivo económico: los ganaderos iban apoderándose
de extensas regiones que formaban parte del hábitat de este pueblo originario.
Obligando a las comunidades a establecerse en lugares inhóspitos, allá donde
los terrófagos prefirieron no llegar.
“No queremos que vengan hasta acá los criollos a decirnos
que hacer: Queremos decidir nosotros la manera de hacer las cosas y qué hacer
primero. Queremos administrar nuestros asuntos”. Marcelo Machá, miembro de la comunidad kuiva
de Barranco Yopal.
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