miércoles, 28 de agosto de 2013

Nuestras armas (Timotes)


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


Nuestras Armas.*

Corre veloz el viento; corre veloz el agua;
corre veloz la piedra que cae de la montaña.
que las voces sean viento,

sean agua, sean piedras.

Fuerte es el árbol que resiste al viento,

fuerte es la roca que resiste al río;
fuerte es la nieve que resiste al sol.
que las palabras sean arboles

sean rocas, sean nieve.




Las voces nuestras armas. Las palabras nuestras balas.









*Basada en un canto guerrero de los timotes.









Los timotes tenían como hábitat el estado Mérida de Venezuela, junto con los cuicas eran los principales pueblos que tenían como asentamiento a los Andes venezolanos. Estos dos pueblos contaban con una lengua común y otros rasgos culturales afines, pero tenían su propio territorio y su propia identidad. Los timoto-cuicas representaron los grupos indígenas más avanzados dentro del territorio venezolano y estaban relacionados con la cultura chibcha.




En el año 1557 se dio comienzo a la conquista española en los territoritos poblados por los timoto-cuicas y terminaría diez años después con la muerte de Pitijay (el último rebelde). Los cronistas de la época, particularmente Fray Pedro de Aguado, los presentaron como uno de los grupos indígenas más aguerridos y que más resistencia presentaron ante la conquista española.




Luego de la conquista armada y violenta, el objetivo, al igual que en el resto de América, fue la invisibilización de la cultura indígena, mediante la imposición del modelo cultural europeo en detrimento de la identidad y costumbres originarias de estos pueblos: se fue imponiendo el cristianismo como única práctica religiosa, el castellano como idioma oficial, el orden monárquico y el régimen de la propiedad privada de la tierra, sin olvidar los demás aspectos de la vida indígena que también van a sufrir irreparables transformaciones.




Para los timotes la tierra no era un simple territorio delimitado y demarcado, para ellos era algo más, era la fuente de donde emanaba la vida a la que se encontraban unidos por “vínculo histórico, místico y espiritual que rebasa lo meramente jurídico. Además los pueblos indígenas tienen sus propios conceptos mediante los cuales establecen la relación entre un espacio determinado, una historia específica, una cultura propia y una cosmovisión particular” (Rodolfo Stavenhagen, “La situación de los derechos de los pueblos indígenas”, 1991). Esta inquebrantable relación de las comunidades indígenas con la tierra ancestral rebasaba el concepto de propiedad y producción manejado por los españoles, y de ahí se origina el rechazo y la resistencia presentada por este pueblo frente a la usurpación de sus tierras ancestrales.




Para las acciones de guerra este pueblo andino de la Venezuela prehispánica solían entonar cantos. “Nuestras armas” está basada en uno de ellos, que originalmente dice así:





“Corre veloz el viento; corre veloz el agua;
corre veloz la piedra que cae de la montaña.
Corred guerreros, volad contra el enemigo;
Corred veloces
como el viento
como el agua
como la piedra que corre de la montaña.

Fuerte es el árbol que resiste al viento
fuerte es la roca que resiste al río;
fuerte es la nieve de nuestros páramos que resiste al sol.
Pelead, guerreros, pelead, valientes: mostraros fuertes
como los árboles,
como las rocas,
como las nieves de las montañas”.






El pueblo timote continúa luchando por su identidad, como aquellos 15.000 que en 1557 calcularon los españoles y que años después de la masacre europea, en 1579, solo eran 5.000. Para el año 2001 su población contaba con un total de 66 miembros, estos siguen resistiendo por la defensa de un incalculable tesoro: una cultura propia heredada directamente de sus ancestros, la cual, tras siglos de interminables luchas y penurias, han logrado mantener viva.

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