Nuestros
caminos
Nosotros,
nosotras
la tierra,
nuestras manosla vida, nuestros hermanos;
ellos, ellos
la avaricia, sus armas
la cruz, sus soldados.
Nuestros caminos nacieron en ambos sentidos,
Hijos de nuestras pisadas, senderos de nuestra vida
Solo nos dejaron una: la vía de la lejanía
Por ella somos empujados, arrastrados sin esperanza
De nunca más volver a ver lo que dejamos a nuestra espalda.
Los chorotegas fueron un pueblo
mesoamericano, que desde el siglo VI se asentó en regiones centroamericanas (en Costa Rica, en
la parte occidental de Nicaragua, en la costa de Honduras, en El Salvador,
Chiapas y Oaxaca).
Pueblo de fuertes y valientes
guerreros que presentó una heroica resistencia, tanto militar como cultural,
frente al martirio que los españoles infligieron sobre su tierra y su vida.
Pese a esa resistencia, mucha de la rica cultura chorotega no logró sobrevivir
a los oscuros designios de la conquista y de la inquisición española. La ocupación
de la tierra, la violación de las mujeres, la derogación de las lenguas
autóctonas y la imposición de otra lengua, otra religión y un nuevo orden
social, conllevó a la casi total extinción de su lengua y de los rasgos
culturales de este pueblo. Para el año
2000 su población contaba con apenas 750 miembros, los cuales conservan
elementos de su cultura originaria, pero no su idioma.
Para Jorge Eduardo Arellano, "fueron
las masacres de las pacificaciones, las epidemias llegadas de Europa que traían
consigo los españoles, las luchas de resistencia que nunca llegaron a ser
sofocadas, las exterminaciones provocadas por los trabajos forzados de las
encomiendas, servicios y demás obligaciones esclavistas, las que hicieron
tambalear a esta civilización". En el libro “Antología general de la
poesía nicaragüense” de este mismo autor, y a su vez tomado de la “Brevísima relación de la
destrucción de las Indias” (Bartolomé de las Casas, 1522), sobrevive parte del testimonio y
sufrimiento de este pueblo masacrado
inclementemente por la cruz y la espada:
Lamento de los chorotegas
“Aquéllos son los caminos
por donde íbamos a servir a los cristianos;
y aunque trabajábamos mucho,
volvíamos al cabo de algún tiempo
a nuestras casas
y a nuestras mujeres
e hijos;
pero ahora vamos sin esperanza
de nunca más volver,
ni de verlos, ni de tener más hijos”.
por donde íbamos a servir a los cristianos;
y aunque trabajábamos mucho,
volvíamos al cabo de algún tiempo
a nuestras casas
y a nuestras mujeres
e hijos;
pero ahora vamos sin esperanza
de nunca más volver,
ni de verlos, ni de tener más hijos”.
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